La crisis de México

La ubicación geográfica de México como vecino de la principal potencia capitalista ha creado una relación perversa en la que si al vecino país le da catarro nosotros nos enfermamos de pulmonía. Esto debido a que las clases dominantes han aplicado un modelo económico en el que el grueso de nuestro intercambio comercial (lo que vendemos y compramos a otro país) se da con ese país.

Así, 9 de cada 10 productos que importamos (compramos de otro país) viene de los Estados Unidos y 9 de cada 10 productos que exportamos (vendemos a otro país) va a los Estados Unidos. De esta manera si a ese país le va mal y entra en crisis, la posibilidad de venta de los productos hechos en México se ve afectada seriamente, lo cual significa que dejan de entrar grandes cantidades de dólares (la moneda norteamericana).

Esto es más grave si vemos que esos nueve productos que México vende en realidad no son mexicanos sino que salen de las grandes firmas trasnacionales (empresas con capitales de varios países). La realidad es que solamente 2 de los 10 que vendemos son mexicanos. Todo esto ha significado que la mayor parte de las grandes industrias y comercios son norteamericanos.

Cuando hay crisis o cuando así conviene a sus intereses, esas grandes industrias o comercios son sacados del país y mandados a otro. El capital norteamericano viene a México no tan sólo por la vecindad existente sino porque lo que se ofrece como atractivo son los bajos salarios de los trabajadores que son de los más bajos del mundo. Así, un trabajador mexicano gana 13 veces menos que lo que gana un trabajador norteamericano por realizar el mismo trabajo.

La baja capacidad industrial en paralelo con la existencia, después de la reforma salinista al artículo 27 constitucional, de grandes concentraciones agrícolas, permite que millones de trabajadores del campo y la ciudad no tengan trabajo y que 23 millones de campesinos no tengan tierra. Eso ha permitido la existencia de alrededor de 64 millones de mexicanos que viven bajo el umbral de la pobreza. Esto quiere decir que no tienen acceso a la alimentación, la salud, la educación.

Cada vez que estalla una crisis en los grandes países capitalistas, 5 millones de nuevos pobres se suman a los que ya existían. Por otro lado, nuestro país vive también una crisis de deuda. No tan sólo por lo que señalamos arriba, de que ya se ha pagado cinco veces y sin embargo hoy se debe el doble. Como cada vez era más difícil acceder 43 a deuda externa, desde hace algunos años se ha privilegiado la deuda interna. El gobierno emite papeles, llamados certificados de la Tesorería, que pone a venta entre los ricos, donde pide prestado y se compromete a pagar con una cantidad de dinero extra. Por otro lado emite otros papeles que pone a venta supuestamente para ayudar a sectores estratégicos fundamentales, tales como petróleo, electricidad, carreteras, etc. y los vende a los ricos igualmente con el compromiso de que se les va a pagar un dinero extra que aumenta año con año.

Igualmente, cuando unos empresarios entran en quiebra (cuando el negocio ya no da ganancias) el gobierno los rescata, les paga su inversión y mantiene el negocio en quiebra. O, peor, cuando rescató al sector más parasitario de la economía, los bancos, a los que cubrió con lo que debían a los ahorradores, les garantizó sus inversiones, limpió los bancos y los dueños los vendieron a extranjeros que han hecho el negocio de su vida, ya que aparte de lo que ganan año con año por no hacer nada más que trasladar dinero de un lugar a otro, dinero que no es suyo, todavía año con año se les sigue entregando una fuerte cantidad de dinero que se le sigue pagando y se les seguirá pagando por el rescate bancario.

Pues bien, resulta que esa deuda no tiene nada de interna, con excepción del lugar en que se pone a la venta. Pero 8 de cada 10 personas que poseen esos papeles y que cada año reciben miles de millones de pesos y a los que cada vez se les debe más, son extranjeros. Todo esto es lo que nos permite entender que haya millones de mexicanos que se vayan al vecino país para poder trabajar, a pesar de todos los peligros y desprecios que corren. Todo esto no es inevitable ni es un castigo divino.

El capitalismo está lleno de absurdos: cuando hay crisis unos pocos se vuelven más ricos; se desperdicia la potencialidad que significa contar con una población de trabajadores con un conocimiento significativo; se tira a la basura la impresionante capacidad productiva de millones de campesinos para entregar a extranjeros las mejores tierras; se pide prestado para pagar los intereses de lo que nos prestaron hace años; se mata a millones de hambre mientras hay 32 hombres que son súper millonarios y que gastan una parte importante de su fortuna en pendejadas, como perfumes, ropa cara, grandes restaurantes, etc.

Frente a esto, otra cosa existe. La economía de las comunidades zapatistas que está basada no en el egoísmo y la sed de poder sino, con muy pocos recursos, en la solidaridad. Tal y como acaban de decidir los pobladores de la Garrucha de entregarle tierra a 300 campesinos de los altos para que tengan para vivir. Dos formas de ser, dos lógicas, dos maneras de ver la vida.