El término crisis tiene su origen en la medicina. Una crisis es cuando algo altera, modifica un cuerpo sano. La enfermedad es una crisis. Esto no quiere decir que el enfermo va a morir, sino que, más bien, se abre un tiempo de espera entre la recuperación o la muerte.
El sistema capitalista siempre ha vivido con constantes crisis económicas pero, a diferencia del cuerpo humano, nunca morirá como producto directo de alguna de ellas. El capitalismo siempre ha tenido la capacidad para solventar sus crisis e incluso muchas veces ha salido fortalecido de ellas. El capitalismo requiere de un agente externo que lo elimine, esa es la labor de los movimientos sociales anticapitalistas.
La particularidad que tiene la actual crisis que vivimos es que se trata de varias crisis que se han conjuntado para abrir un periodo de tiempo de varios años en que se vive bajo sus efectos. Se trata de una crisis del sistema financiero, una crisis de alimentos, una crisis de producción, una crisis de consumo. La vinculación de todas ellas está provocando una crisis de dominio ya que cada día que pasa los seres humanos confían menos en las instituciones económicas, los partidos políticos y las clases políticas.
De hecho, como ha escrito el Subcomandante Insurgente Marcos, estamos viviendo un cambio en la geografía que el capitalismo construyó durante cientos de años. De alguna manera la geografía se simplificó, lo que antes eran conflictos entre los países que vivían en el este y los que vivían en el oeste o los que vivían en el norte y los que vivíamos en el sur, ahora son imágenes borrosas de un pasado que ya no existe. Hoy, lo que vivimos, es un gran conflicto mundial entre los pocos que viven arriba y la inmensa mayoría que vivimos abajo. Lo que el reciente movimiento de Nueva York ha nombrado como la confrontación entre el 1 por ciento de la humanidad dueña del dinero contra el 99 por ciento que no tiene nada más que la fuerza de trabajo para vender a esos señores.
A mí me parece que ese movimiento fue muy generoso, realmente estamos viviendo la confrontación entre el 0.01 por ciento de la humanidad contra el 99.99 por ciento. Es decir, si hace unos días nació en Filipinas el habitante número 7 mil millones, eso querría decir que la confrontación es entre 70 mil burgueses que ejercen su dominio en los diversos países del mundo y 6,999,930,000 seres humanos que vivimos del trabajo, formal (reconocido legalmente, con una paga llamada salario y con derecho a la salud) o informal (sin salario, sin condiciones mínimas de seguridad, sin derecho a la salud), estos últimos son la gran mayoría entre las dos categorías de trabajadores.
O los que vivimos sin empleo fijo ni en el sector formal ni en el informal y que sobrevivimos sin que exista una explicación clara, ya sea por la caridad social, ya sea de las sobras que se caen de la mesa de los poderosos. En varias partes del mundo, la gente que quiere trabajar pero no encuentra quién le ofrezca una posibilidad, es mayoría.
La crisis ha igualado al mundo hacia abajo, hacia la pobreza, hacia la miseria. Pero al mismo tiempo ha hecho, contradictoriamente, a los dueños del dinero, más ricos. El señor Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, vio como aumentaba su riqueza en estos últimos tres años de crisis en 22 mil millones de dólares, algo así como 265 mil millones de pesos. Porque la crisis es aprovechada por los más ricos para limpiar el terreno de algunos ricos que no tienen tanto dinero.