En su discurso de fin de año, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aumentó por sexta ocasión en 2017 el salario mínimo -esta vez en un 40%-, acorralado por la hiperinflación que devora el bolsillo de los venezolanos.
El sueldo básico queda en 248.510 bolívares, equivalentes a 74 dólares (algo más de 60 euros) a la tasa de cambio oficial y 2,2 dólares (1,8 euros) a la del mercado negro, que es a la cual la mayoría de los venezolanos realmente tiene acceso. A eso se le suma un bono de alimentación de 549.000 bolívares, con lo que el «ingreso mínimo integral» llega hasta 798.510 bolívares (238 dólares a la tasa oficial y 7,16 a la del paralelo).
«Fueron seis aumentos salariales, casi bimestralmente, cuidando al pueblo», ha dicho el mandatario el domingo durante un discurso en televisión.
Según el FMI, la inflación en Venezuela en 2018 podría superar el 2.300%. Sin embargo, el presidente socialista argumenta que los precios suben por una «guerra económica» de comerciantes para «derrocarlo».
«Hay un mecanismo completamente falaz, criminal, de fijación de precios», ha afirmado Maduro, quien ya antes había ordenado aumentar el salario mínimo en 50%, 60%, 40% y 30%.
En Venezuela, el gobierno monopoliza las divisas desde 2003, por lo que la mayoría de los productos básicos son importados por el sector privado con dólares del mercado negro, y su valor se convierte en referente de fijación de precios.
«Una política de incremento de salario mínimo unilateral y en ausencia de una política para reducir la inflación, agrava el problema», ha afirmado el economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica.
Aunque es opositor, Gorrín sacó el «carnet de la patria», una tarjeta electrónica necesaria para acceder a programas sociales, porque «es la única manera de conseguir de vez en cuando» los alimentos a precios subsidiados distribuidos por el Gobierno.